El 13 de febrero de 1812, hallándose en Rosario, el entonces coronel Manuel Belgrano pidió al Gobierno que declarara “la escarapela nacional que debemos usar para que no se equivoque con la de nuestros enemigos …”. Buscaba contar con ella para poder distinguir a las tropas patriotas en caso de trabar combate con las españolas. Así lo hizo el Triunvirato por decreto del 18 de febrero de ese año. Si bien su origen es netamente militar, su empleo se extendió inmediatamente a los civiles.
Las evidencias indican que su primer formato tuvo el centro celeste y la corona blanca. Más tarde se popularizó el modelo que nos resulta familiar de la primera escarapela.
No es propiamente un “símbolo nacional”, pero evidencia nuestra identidad patria; por lo que de hecho adopta formas muy diversas (cucarda; lazo; cinta; moño; etc.) En consecuencia, se la caracteriza como un “emblema de nacionalidad”.
Se coloca sobre la izquierda del pecho o en la solapa y se usa cualquier día del año, aun cuando se haya decretado duelo nacional, ya que no es un atributo festivo. En los uniformes generalmente va sobre el cubre cabeza, a la altura de la frente.
Es un error muy difundido considerar que se empleó por primera vez durante la “Semana de Mayo” de 1810. El haberse fijado como “día de la Escarapela” el 18 de ese mes es una decisión carente del adecuado respaldo histórico.